lunes, marzo 14

Sin Título I

Cuando Pepe conoció a Sofía, estaba confundido, arrancado de su presente, medio idiota en buen cristiano. En la chamba le iba bien, había cultivado buenas amistades, así que por ese lado tampoco tenía problemas. Las cosas en su casa estaban como siempre, tratando de llevar las cosas en paz y tratando de no causar problemas, sacando cuerpo como se dice, aunque esto le pueda traer problemas más adelante. Pepe está medio idiota no por alguno de esos temas, que pueden ser los principales en una persona, sino porque está cansado, aburrido, harto de la rutina y de pensar por que le había ido tan mal la última vez que se enamoró. El pensaba que había hecho todo bien, o al menos lo había intentado, así que no entendía porque las cosas habían resultado de esa manera.

Esa noche Pepe no tenía planes, era viernes y suponía que cualquiera de sus amigotes, Juancho, Calín o el Feo, lograrían convencer a alguna incauta fémina y sus tan iguales amigas de juntarse con este grupo de cavernícoles que a partir del viernes pensaban sólo en saciar su sed con tragos de mediana calidad, su hambre con sanguches de dudosa reputación y su sobre-encendido líbido con alguna de ellas, está última acotación, por cierto casi nunca se concretaba, nunca.

No esque Pepe y su grupo sean unos perdedores, pero pensaban que de algún modo, sus gustos y preferencias tan desiguales al común denominador, les habían jugado una mala pasada, dejándolos en offside, fuera de sitio, no de moda.
Ellos odiaban el reguetón, lo consideraban un subgenero creado solamente para que toda la muchedumbre tenga una excusa válida en una discoteca para sobar sus agitadas partes con la de alguna desconocida o desconocido. No tiene nada de mérito agarrarte a una flaca media borracha en una discoteca después de bailar el último hit de chino y nacho, decía Juancho. Sí, todos pensaban igual en cierto modo, pero dentro de cada uno recorría la terrible sospecha de que esa forma de pensar, valiente y conciensuda, les estaba pasando factura al dejar pasar una serie de oportunidades de tener entre sus manos a alguna intrépida veinteañera, drogada de felicidad al escuchar alguna de estas horrorosas melodías caribeñas y calentonas.

En fin, esa noche Calín sacó un plan. Se había contactado con Fátima, una antigua amiga del colegio que los esperaba en su casa con algunas botellas de pisco y algunas amigas desganadas por haberse quedado en Lima un viernes de verano. Se perderían de de "lá juerga" en algunas de las más concurridas discotecas de eisha y tendrían que pasar la noche con Pepe y sus amigos, que aunque siempre que salían juntos se divertían mucho, no sacaban de su mente el sinsabor de no haber podido de juerga al sur.

Pepe se comenzó a alistar a las 10 pm, horas antes había estado en su cuarto webeando con su piano, esperando que su familia desaloje el lugar para poder subir el volúmen de su voz y tratar de imitar a algún cantante con alguna canción acompañado de su piano. No pudo hacerlo, porque sus papas se quedaron en casa.
A las 11 pm ya estaba listo, bañadito, y cambiadito. Se había puesto una camisa nueva que pensaba le iba muy bien y que así podría de alguna manera llamar la atención de Fátima, con la que por mucho tiempo había mantenido una intermitente serie de encontrones pasajeros, primero en el colegio, en la universidad, y con menos frecuencia en los últimos años.
Pepe no la amaba, mucho menos quería estar con ella, pero el solo hecho de verse volvía a encender en ambos una chispa, como cuando horas después de una parrillada, algún carbón bien cobijado aún conserva el color rojizo que la calentura provoca.
Quedaban en Pepe algunas promesas que Fátima le había dicho la última vez que se besaron, un año atrás. Aunque la mayoría, o todas eran solamente alimentadas por tan refrescantes vasos de chilcano bien cargados de pisco. O tal vez, pensaba Pepe, se decían esas cosas solamente para no sentirse tan culpables de protagonizar semejantes agarres que lo único que tenían de ciertos, eran las eventuales ganas que se tenían, sin traer consigo ningún sentimiento de amor o cariño.

Lo que Pepe no sabía, era que esa noche no iba a ser como lo tenía pensado. Cuando habló con El Feo, este le dijo que pasaba a recogerlo en 10 minutos. Una vez con él, Pepe se sorprendió al enterarse que antes de ir a la casa de Fátima, pasarían a recoger a dos amigas que el Feo había invitado arbitrariamente. A Pepe no le molestó la idea, por el contrario, había decidido que quería conocer gente nueva, chicas nuevas que lo pudieran arrastrar fuera de ese estado idiota en el que se encontraba por culpa de su ex, la canalla esa.

Cuando llegarón a la casa de Sofía, Pepe se encontraba muy tranquilo, no sabía que esperar y tampoco se hacía muchas bolas. Pimero salió Fiorella, la amiga de Sofía, quien saludo al Feo con especial afecto. Sofía se demoró un poco en salir porque se estaba despidiendo de su mamá quien le advertía que tuviera mucho cuidado y que no llegara muy tarde.

Sofía se subió al carro, saludo también efusivamente al Feo y cruzó miradas por primera vez con Pepe. Él, sabía que el destino de la noche había cambiado, había algo en ella que le llamaba la atención, algo que trataría de descubrir durante toda esa noche.

Así, los 4, el Feo, Pepe, Fiorella y Sofía inciaron el camino a la casa de Fátima, con esta canción (posteada inmediatamente después de esto) un poco maricona de fondo, y que a Pepe la traía recuerdos de su ex.
A estas alturas, la cabeza de Pepe era un pan con mango.





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